Por Néstor Ramírez Vega
@NestorRV
La poesía del paisaje, de la naturaleza, del cuerpo humano. El lenguaje poético de la película Caníbal, de Manuel Martín Cuenca, está presente en todas partes, ya sea cuando Carlos come o destaza a una mujer.
Carlos (Antonio de la Torre) es un sastre reconocido en Granada. Soltero, de buen porte, solitario, dueño de una cabaña en las montañas; es incapaz de mantener una relación por su modo de vida: come carne humana. Alexandra (Olimpia Melinte), una joven masajista, se vuelve su vecina; sin embargo, después de una constante seducción y un accidente por su incontrolable carácter, el hombre misterioso la ayuda, pero su hermana gemela Nina la buscará tras su desaparición.
El desarrollo de la cinta es tranquilo y concentrado en el presente, pues nunca se conoce el pasado de Carlos ni de su familia. La actuación de de la Torre es soberbia, al grado de simpatizar con él en determinados momentos, así como olvidarnos de qué es la carne en su refrigerador. La velocidad de la historia es lo pesado, pues cuando pensamos que la historia trataría de su relación con Alexandra, la película da un giro y trata de Nina.
Las escenas de la cabaña son las más fuertes en todos los aspectos: ambientación, sonido, hechos, erotismo. Por esto mismo, cuando Carlos es incapaz de cumplir su cometido, se cae la historia y vemos un cambio en el pensamiento del personaje, el cual nos llega a parecer inverosímil.
Si esperas ver escenas de sangre y canibalismo, película equivocada.