Un sonido macabro, casi diabólico, nos dan la bienvenida en un escenario que no se deja ver porque plásticos lo cubren. De repente un acordeón ‘cocainómano’ y timbales, son el sonido de fondo en una fiesta que da más miedo que regocijo.
Un sonido macabro, casi diabólico, nos dan la bienvenida en un escenario que no se deja ver porque plásticos lo cubren. De repente un acordeón ‘cocainómano’ y timbales, son el sonido de fondo en una fiesta que da más miedo que regocijo.