Regla número uno: Nunca llegar a la hora pre-establecida en la que empieza el concierto (mini-festival) con DJ’s de reconocimiento mundial.
Regla número dos: Jamás olvidar la regla número uno.
Ojalá existieran palabras suficientes para describir los rostros de flojera, cansancio, malestar, hartazgo y desinterés que se pudo ver en la inmensa mayoría del público ante los disc jockey’s nacionales e internacionales que antecedieron a Deorro y Aoki.
Algo que mágicamente cambió cuando Steve accionó la tornamesa como si fuera un gran artista, en lugar del chistosito común y corriente que se presentó este sábado 7 de noviembre en la Arena Ciudad de México.
Si bien los abridores del nacido en Miami, Florida, de ascendencia japonesa, no fueron espectaculares, tampoco lo fue él. A lo mucho, quien le dio un toque de originalidad y poder a la noche fue el productor de origen mexicano, Erick Orrosquieta, mejor conocido como Deorro.
Reid Stefan, Auto Erotique y Junior Sánchez fungieron como teloneros repetitivos, y por ende, rápidamente aburridos, tal cual lo hizo Aoki.
En la última década, la combinación del trans, house y dubstep; la Electronic Dance Music (EDM), nos ha traído grandes exponentes del género festivo por excelencia, tales como Diplo, Skrillex, Calvin Harris, David Guetta, Avicci, entre otros.
Por eso hay que subrayar que no basta con subirle el volumen a las bocinas y hacer mezclas ad nauseam de los mismos artistas arriba mencionados –sobre todo Guetta–como lo hicieron casi todos los DJ’s que aburrieron al rededor de 10 mil personas que fingieron no haberlo hecho cuando Aoki subió a la tarima.
Sólo Deorro y su movimiento Panda Funk, lograron encender los ánimos de la Arena Ciudad de México que parecía un campo de guerra entre tanto tronar de woofers, que para el final de la noche casi le estallan a Steve.
Curioso: Se supone que los amantes de la electrónica son rebeldes y espontáneos pero siempre brincaron, aplaudieron y bailaron cuando se los indicaron; ya sea mediante el incremento del sonido, lanzamiento de fuego y hielo seco o papelitos de colores.
Después de más de tres horas de espera, Steve Aoki empezó su Neon Future Experience en la Arena con canciones como “Lighting Strikes”, “The Power of Now”, y robos disfrazados de remezclas a Avicii y Calvin Harris, con “Wating for Love” y “How Deep Is Your Love” respectivamente.
Tal fue el grado de mediocridad musical, que hasta la mezcla hecha a “El Sonidito”, una pieza que se califica como tecnobanda, resultó agradable pues le dio un toque de frescura y diversión a la velada.
¿Hay alguna diferencia entre Steve Aoki y una charanga callejera? Sólo una, y muy pequeña, la charangas no se venden a precio de oro cuando no son más que un producto desechable.
Toda la credibilidad que pudo haber ganado en maravillosos discos como Wonderland lo pierde en su presentación en vivo; llena de lugares comunes y sonido al que sí le quitas los estrambóticos drops, no queda más que música tediosa y repetitiva.
Por enésima vez en la noche un DJ hizo sonar la sobresaliente “Wonderwall”, del sobrevalorado grupo Oasis, para darle un toque dulzón que quiso ser emocionante pero, como toda la noche, sólo fue decepcionante.
Ni qué decir de la, también aburridísima, “fiesta privada” que organizó con los clientes que le dieron tres mil pesos por cabeza para ser embarrados con un pastel de La Esperanza, en su canción “Cake Face”.
En resumen: Steve Aoki, una estrella del EDM que dejó su fulgor en sus álbumes, porque en directo no es más que un mezclador del montón.
Por: Ángel Caballero