Soy un gato es una de las tres obras imprescindibles de Japón al grado de ser una lectura obligatoria dentro de los planes académicos, según señala la editorial Impedimenta sobre los textos de Natsume Soseki.
Este clásico de la literatura oriental fue publicado en 1905 y desnuda los vicios, excesos, excentricidades y egoísmo de la élite de la era Meiji, tiempo en que comenzó la modernización de Japón.
“Soy un gato, aunque todavía no tengo nombre”, con esta oración sencilla y honesta es que el autor nos adentra en la mirada del minino, un ser que ve todo a su alrededor y que estando en una familia no pertenece a ella; un ente que es una bestia pero cuyo entorno lo vuelve humano.
Su contacto con los humanos le mostrará la apariencia que busca sostener un profesor ante la sociedad y su familia, aunque estos sepan cómo es en realidad; un hombre cínico que es capaz de engañar a los demás con el único fin de divertirse; una familia de alto nivel económico y que discrimina a quienes no tengan la misma clase que ellos (aunque demuestren tener un mayor intelecto).
La edición que realiza Impedimenta cuenta con un aparato crítico que lleva al lector a revivir y comprender la sátira que hace el autor de los pensamientos de las clases sociales de Tokio a inicios del siglo XX.
En Soy un gato también aparece un joven que realiza un trabajo y cuya aspiración es volverse doctor. Es por ello que la familia rica quiere que él sea el hombre con el que se case su sofocante hija. Esta insistencia de la familia la veremos lejana, pero en ese país hay que recordar el peso que tenía el honor del clan y la forma en que debía perdurar.
Al retrasar su decisión y que al final ésta sea algo completamente ajeno a lo que sus compañeros creían, se cuestiona el sistema Ie por el del amor libre y la libertad del ser humano a decidir lo que él quiera.
Incapaz de poderse comunicar con sus dueños y funcionar como simple espectador, el gato sin nombre va adquiriendo actitudes del dueño de la casa y del gato que “domina” el vecindario. El animal anónimo se transforma en un símbolo de reconocimiento de la familia y se va transformando en un ermitaño.
Es este carácter que va obtiene el felino el que lo lleva hacia un final similar del que huía cuando fue separado de su madre. Es el egoísmo y la soledad en la que se ve inmersa la sociedad a partir de los cambios sociales, tecnológicos y las ideas nuevas lo que aflora en diversos personajes.
Es el sincretismo de dos culturas, la relevancia que va adquiriendo el dinero en la sociedad y las diferentes consciencias del amor lo que Soy un gato explora a través de sus páginas y sus variopintos personajes que desnudan a la humanidad.
Redacción (@RevistaExt)
Fotos: Impedimenta.es