Por Néstor Ramírez Vega
@NestorRV
La literatura de Amparo Dávila muestra lo insólito del mundo a través de historias íntimas que adquieren un carácter comunal. Por esto, el Instituto Nacional de Bellas Artes la reconoció con la medalla de Bellas Artes.
En la ceremonia estuvieron presentes Mauricio Montiel, Coordinador Nacional de Literatura del INBA; el escritor Evodio Escalante, Georgina Garcia, del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, y la condecorada, así como su familia.
La ceremonia comenzó con la proyección de un video donde escritores, investigadores y familiares hablaron de la obra y la vida de Amparo Dávila.
En el multimedia, Alberto Chimal aseguró que la autora de Tiempo destrozado junta imágenes fantásticas con una visión de lo íntimo que pasa a lo social, que son expresión de la vida que está a nuestro alrededor.
Georgina García recordó que Dávila ha escrito durante toda su vida e inició su camino literario publicando salmos en la revista potosina Estilo, los cuales exhiben profundidad y belleza formal, así como un enorme talento.
Sobre el libro que editaron el Fondo de Cultura Económica, Conaculta, y el Instituto Zacatecano de Cultura y reunió la obra de la poeta y narradora, la investigadora de la UNAM comentó que “este volumen es inapreciable para establecer los vasos comunicantes entre su poesía y su narrativa, pues Amparo es una gran poeta y una gran narradora de literatura fantástica”.
“Dos prácticas de la escritura tan difíciles como poco frecuentadas a la vez. Lo hicieron Edgar Allan Poe, su maestro, o Jorge Luis Borges, y como ellos, Amparo es poeta y narradora de lo fantástico”, comentó García.
La investigadora comentó que su obra resiste lecturas y relecturas y no es literatura de consumo, “pero como si lo fuera porque tiene innumerables lectores”. Agregó que sus cuentos atrapan al lector, “le muestran que la realidad encierrra sorpresas desconcertantes; que las personalidades, en apariencia grises, ocultan como la cotidianidad, abismos, rupturas, la locura”.
Evodio Escalante dijo que Amparo Dávila “se impone en la escena literaria de nuestro país, por el arte riguroso de la ficción que tiene en ella a una de sus más finas representantes”. Destacó que su obra recibió el Xavier Villaurrutia en 1977, pero ya había analizada por Emmanuel Carballo, María del Carmen Millán y Aurora Ocampo, quienes la habían integrado a sus respectivas antologías de cuentos mexicanos.
En su obra, la escritora zacatecana crea escenarios y personajes que alcanzan “el máximo sufrimiento posible, hiriéndose, torturándose hasta desmallarse, como una forma que tiene el personaje de experimentar algún tipo de éxtasis y de acrecentar con ello su espiritualidad”.
Amparo Dávila, quien tuvo una relación de amistad con Alfonso Reyes y Julio Cortázar, comentó: “Trato de lograr en mi obra un rigor estético, basado no solamente en la perfección formal, en la técnica, en la palabra justa, sino en la vivencia, la sola perfección formal no me interesa, porque la forma no vive por sí misma. Es, digamos, sólo la justificación de la escritora”.
“Hay textos técnicamente bien escritos, pero que nacen muertos, no quedan en la memoria de quien los lee. No creo en la literatura hecha sólo a base de la inteligencia o la pura imaginación. Creo en la literatura vivencial, ya que eso, la vivencia, es lo que comunica a la obra, la clara sensación de lo conocido, de lo ya vivido, la que hace que perdure en la memoria y en el sentimiento, y constituye su fuerza interior y su más exacta belleza”.
Al término de la ceremonia, gustosa, con una sonrisa que se dibujó en todo momento, la autora convivió con sus lectores y firmó libros que adultos y jóvenes llevaban, pues sus libros soportan el paso del tiempo y generaciones.