Dr. Édgar Ernesto Liñán Ávila
La película Ninfomanía de Lars Von Trier, documenta, en extenso, la búsqueda del amor como un sentido inevitable y último de la existencia. Sin embargo, no hay esperanza, la compañía parece convocar al desamparo, y el placer y su última isla, el sexo, sólo descubrirán su contrario: el dolor estéril.
Joe (Charlotte Gainsbourg), la protagonista, le cuenta a un escucha atento el relato de su vida, que en rigor no es sino el de sus relaciones sexuales. Seligman (Stellan Skarsgård) atiende su historia y analoga sus experiencias a sus conocimientos sobre filosofía, arte y saberes acumulados en una vida larga de hombre maduro y solitario. El corazón del filme es la relación entre ambos.
La compulsión de Joe por tener encuentros sexuales y por experimentar el extremo de un erotismo riguroso, encuentra una tregua en el relato del mismo y, más que ello, en la cercanía de un ser dispuesto a la confidencia. El alivio del otro que no puede tener en el contacto físico, lo encuentra en el del alma.
Platón afirma que somos la sombra de los seres verdaderos. Que la pasión amorosa en el mundo está degradada frente a la relación espiritual de los seres auténticos que viven en un más allá superior. Toda historia del amor humano es el relato de una pérdida originaria y, por supuesto, de una búsqueda.
La historia de Occidente, la del cristianismo que hereda de la cultura griega la creencia en un mundo trascendente al que se debe aspirar, es la historia de un afán que piensa a la realidad como un arduo sueño, como el territorio insatisfactorio del esfuerzo para acceder a una vida superior.
La sexualidad en nuestra cultura, deviene inseparable de la culpa. Producto de nuestra propia condición degradada ante lo trascendente. El personaje de Ninfomanía, atiende el llamado de su cuerpo y vive la sexualidad como una inevitable empresa personal que igual que rompe las reglas debe pagar su arrojo con la insatisfacción permanente.
El placer cobra su impulso con el dolor. La culpa cristiana no tiene otra redención que el padecimiento físico. Si no viene solo, el transgresor lo procura. De cualquier modo su llamado es una fatalidad.
El personaje de la cinta, cuando piensa que ha encontrado la comprensión, no tarda en sufrir el desengaño. No hay esperanza ni solidaridad. El amor es el gran ausente, y el sexo el repetido protagonista. La película de Von Trier es magnífica y amarga. Acaso esta sea la manera contemporánea de enfrentar el frustrado llamado del amor y su solitaria empresa.
El autor es Doctor en Letras Iberoamericanas, Maestro en Literatura Hispanoamericana, Licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas y profesor del área de Comunicación y Periodismo de la Facultad de Estudios Superiores Aragón.