Son pocos quienes saben utilizar la ironía con un estilo exquisito que lleve de la mano al lector. En México uno de estos autores fue Jorge Ibargûengoitia, cuya Ley de Herodes resultó atractiva no sólo por su humor, sino por llevar un mensaje más allá de una crítica social o política.
Heredero de esta tradición es el escritor Guillermo Sheridan, que en Lugar a dudas nos invita a tomar asiento, beber un café o una cerveza, y reírnos pero también pensar alrededor de situaciones como el PRI, las consecuencias de Chernobyl, los estudios superiores y la religión, entre otros.
Esta obra publicada por TusQuets una serie de crónicas divididas en siete secciones: “Dudas en Bilo”, “Lugares cultos”, “Dudas irreales”, “Lugares errantes”, “Dudas reales”, “Lugares incultos” y “Dudas cívicas”. El hilo conductor de estos apartados es la demostración de la inocencia humana (por no llamarle de otra forma).
Sonará malvado, aunque es una condición inevitable la risa de una desgracia cuando se usa el sarcasmo. Sheridan lo que muestra en cada uno de sus textos es que es posible ver desde otro ángulo cualquier situación, y que muchas veces esta otra propuesta es una ventana más grande que la de una llana rectitud lingüística.
Aunque esta obra destaca por su sentido del humor, no es lo único que hace de esta publicación una pequeña joya que puede suspenderse y retomarse en cualquier momento. Su capacidad de análisis es una virtud que equilibra las crónicas. Ni una formalidad que aburra a los académicos ni tanta ironía que parezca un libro de chistes.
Lugar a dudas es un título que nos muestra lo mucho o poco que hemos avanzado como sociedad sin caer en el pesimismo o un insípido clamor. Sencilla y directa, la pluma de Sheridan dice aquello que pasa desapercibido a unos ojos complacientes de la realidad.
Por: Néstor Ramírez Vega
Foto de portada: Magis Universidad Jesuita de Guadalajara