Perturbadora es una palabra que se emplea con frecuencia para hablar acerca de películas de terror, aunque realmente muy pocas logren esto, aterrorizar. La Maestra de Kínder no pertenece a este género, pero sí aterroriza.
Desafortunadamente para nosotros, esta no es una fantasía hollywoodense ñoña y pretensiosa, es el retrato de un caso que sirve para ejemplificar la falta de apreciación del arte en general, y de la poesía en particular.
La Maestra de Kínder nos adentra en la vida de Nira (una intrigante Sarit Larry), una profesora que descubre en Yoav (Avi Shnaidman, un pequeño gigante porque ni siquiera parece que esté actuando), un niño de cinco años, a un nato y prodigioso poeta. Asombrada e inspirada por éste, decide proteger su talento, a pesar de todo y de todos.
Con un ritmo pausado pero al mismo tiempo cautivante, pues por momentos ni los actores respetan la cámara –la golpean o ven directo a ella–, esta sencilla cinta se va construyendo poco a poco, dando lugar a datos que van resultando inquietantes o hasta sorprendentes, tanto de la vida del niño como de la institutriz.
La poesía es el eje rector del filme, pero las bifurcaciones son tantas y tan interesantes que, casi para cualquier lado que vaya, seguro te quedarás en este sinuoso camino de 120 minutos.
Pues el hecho de que Yoav sea poeta no es tan importante como el altísimo nivel que sus palabras tienen. Los adultos podemos tratar de analizarlos, pero únicamente el leerlos ya implica un alto grado de… algo… sobre humano..
Es mejor no banalizar (ni bandalizar) un poema queriendo interpretarlo. Precisamente, porque todos quieren descifrar las palabras de Yoav, y no lo logran, él se convierte en un peligro en potencia. Un poeta destinado al fracaso, desolación y mediocridad, si bien le va; sentencia su pobre padre repleto de dinero.
“No soporto a los llorones que no saben hacia donde va el mundo, o si saben, cierran los ojos para no verlo”, sigue diciendo un papá consternado, lleno de furia y rabia; ¿por su hijo? ¿por su esposa? ¿por su hermano? Todo parece indicar que el único llorón con los ojos cerrados es él.
Nira asegura, no sin tristeza, que el niño es un poeta y: “Ser un poeta en este mundo es oponerse a su naturaleza. Yoav es un poeta en una época donde se odia a los poetas”, odio que se podría apoderan del largometraje, si este no tuviera tantas otras lecturas.
Además, la cinta de Nadav Lapid, se toma la libertad de introducirnos indirectamente en la cultura israelí del siglo XXI, un pueblo atacado, desmembrado y despreciado por millones.
La Maestra de Kínder; gran trabajo cinematográfico que gracias a que está lejos de los reflectores y escándalos mediáticos, pero sobre todo a su calidad, sobrevivirá el paso del tiempo, pues demuestra porque la raza humana está tan perdida y en modalidad autodestructiva.
Por: Ángel Caballero