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«Nadie soluciona sus problemas.
Es más, se los crean a los demás y así equilibran su desgracia» Nach
Alejandro Ricaño lo volvió a hacer. Esta vez, con una mezcla exacta de sátira, humor negro y drama, nos adentra en una tragedia familiar que puede ser la de cualquiera, pero que hasta que no dejemos de verla como ajena no cesará: la desaparición forzada.
Defunción, ocultación, aniquilación, evanescencia, fulminación; son sinónimos de desaparición, ausencia que es también la profunda herida que desangra a México. Sangre que en el rojo de nuestra bandera, en algún momento de su historia, representó valor, fuerza, pasión y revolución, pero que hoy parece ser sólo tristeza, dolor y sufrimiento.
La casa de los Prieto Stock está perdida en medio de un banco de niebla al final de una llanura en algún lugar indeterminado de nuestro país. Allí, la familia Stock vive aislada luego de la desaparición de su hijo mayor, levantado afuera de una fiesta sin ningún motivo aparente. Luego de meses de ardua búsqueda y de una investigación ministerial que no llevó a ninguna parte, viven haciéndose a la idea de que nunca lo volverán a ver.
Hasta que un día contactan a Mondragón, un militar retirado quien ahora se dedica a la localización de desaparecidos y negociación con delincuentes. Así empieza La Guerra en la Niebla.
De esta forma; madre, padre, hija, primo y Mondragón, tratarán de desentrañar los motivos de dicha desaparición, haciendo surgir una esperanza. Pero los juicios y prejuicios, desempeñarán un papel fundamental en ese laberinto en el que los Prieto Stock han andado desde hace años pero que hasta ahora padecerán en cuerpo y alma.
El sobrio Arturo Ríos, personifica a un papá claustrofóbico que tal vez le ha contagiado esa quietud y miedo a la familia, pero que en su ojos reflejan más tristeza y dolor que cualquiera dentro de esta casa.
Padre de familia que está acompañado de cerca por su primo (un destacado Adrián Vázquez), quien pese a su corpulencia y presencia, parece un niño cuando se expresa y comporta de forma extremadamente violenta ante la menor provocación.
La maestra Lisa Owen desempeña un papel extraordinario; una compleja mujer que al mismo tiempo que podemos compadecer, es castrante porque el dolor que la consume la ha transformado en una madre farmacodependiente, histérica y rabiosa, llevándola a decir bromas que sobrepasan la ironía, puesto que hieren sin ton ni son y con especial crueldad a “La Otra Hija”.
Sara Pinet representa formidablemente a esa “Otra Hija”, retraída joven que fácilmente se puede convertir en una fiera, ya que poco a poco ha sido relegada e ignorada, tanto por su familia como por la sociedad, llevándola a una tristeza tal que la hace decir cosas como; “Extraño el contacto. Extraño que alguien me vea”, lo cual también la lleva a situaciones extremas.
Finalmente, el Teniente Mondragón (un portentoso Álvaro Guerrero) es “el último madero que les queda en el mar”, quien parece un investigador sumamente profesional, capacitado y tenaz. Quien hace relatos de testigos muertos que “firmaron” sus declaración con las huellas de su mano sin vida, así como de la desaparición de una mujer, suceso que de desaparición forzada se puede transformar en feminicidio o crimen de odio.
De forma ágil, divertida y oscura, Ricaño nos sumerge en sexo, drogas, alcoholismo, violencia de género y sociedad. Temas que paso a paso se van interconectando y que, al final, nos hace recordar que los handicaps siempre estarán presentes para humillarnos, sobajarnos y envolvernos, si no hacemos algo para exhibir, confrontar y derrotar.
La Guerra en la Niebla estará solamente durante nueve semanas en el Foro Lucerna del Teatro Milán (Lucerna 64, Colonia Juárez) los viernes a las 20:30 horas, sábados 18:00 y 20:30 horas, y los domingos a las 18:00 horas.
Por: Ángel Caballero
Fotos: Marko Sauce
