Decir que el espectáculo de estos más mexicanos que argentinos es “el show más feliz del mundo” podría parecer pretencioso y hasta pedante. Nada más lejos de la realidad.
Puesto que ni la lluvia disminuye los ánimos de su público, quienes hasta minutos antes del concierto hacen bullas hasta por el más mínimo indicio de que el concierto de sus Caligaris comenzará.
Aquí todo son sonrisas y charlas amenas entre familias. Niños, niñas, adolescentes, jóvenes y adultos por igual pueden ser vistos a lo largo y ancho de este Coloso de Reforma.
Y es en punto de las 20:47 horas que esta docena de músicos entran a escena para empezar a alegrar, aun más, a su entusiasta afición con “Camello” y “Entre Vos Y Yo”.
Un bombo que a penas suena tan fuerte como los latidos de las casi diez mil almas aquí reunidas, es la base central de “Frijoles”, una canción de férreos reclamos ante un amor que no ha sido debidamente correspondido.
“¡Buenas noches, Méxicoooo! No se imaginan las noches que pasamos soñando con esta noche. ¡Por eso nos vamos a quedar cuatro días en el Auditorioooo!”, asevera Martín Pampiglione durante las primeras palabras directas que brinda a su público.
Con “Nadie Es Perfecto” la fiesta sigue, y aunque la letra de la canción parece más un trabalenguas y que cada verso se va extendiendo más, la fanaticada parece que la asume más como un reto musical, y por ello tratan de cantar toooodo, y lo mejor posible, aunque a muchos se les acaba el aire.
Acto seguido “No Estás” es otro doloroso son de desamor que el público entona con total entrega, hasta los más pequeños.
“En el circo donde nací trabajaba mi padre. Quien con su nariz de payaso hacía magia…. todo el mundo se la pasaba riendo”, dice con total nostalgia, ternura y admiración Martín, al recordar su niñez y al padre que esta noche también lo está viendo sobre la tarima del Auditorio Nacional.
Mientras suena “El Oasis” una muñeca que parece evidentemente inamovible, “cobra vida” para darle un toque teatral a esta velada.
Al darle paso a uno de los payasos más reconocidos y queridos por los niños argentinos, Piñón Fijo; Marcos Ozamis y él se avientan un duelo de solos de saxofón, aunque el instrumento de Piñón sea un realidad un pedazo de tubería.
“Cada Vez” es hasta el momento su ska más violentamente hermoso. El cual, desde luego, provoca aún más bailes de la gente aunque sean nada más desde sus lugares. Son los más cercanos al escenario quienes sí se pueden explayar a placer sobre la pequeña parte que el Auditorio Nacional dejó sin butacas para que esta fieska pudiera ser lo más acorde a la pasión de sus asistentes.
Un romance entre dos personas de la tercera edad es la pareja protagonista de esta viejita pero bonita melodía de cumbia cordobesa, “Dos Viejitos” seguido de la ‘dramática’ “Mentime La Verdad”.
A mitad de “Luchamos Por La Causa” el tempo baja para darle cierto toque jazzístico a la canción que la potencializa y el público también disminuye los ánimos y explota al siguiente segundo.
Mientras suena la alegre y amorosa “Mejilla Izquierda”, un espectáculo de danza aérea estelarizado por la ‘muñeca viviente’ de hace unos instantes, impresiona a chicos y grandes por igual.
“Tus Besos” le da un toque de tranquilidad al concierto, ideal para que algunos por fin vuelvan a sentarse en su butacas, pero la inmensa mayoría sigue de pie y cantando con mucho romanticismo.
Después de unos minutos en que el Coloso de Reforma se pone a buscar de arriba a abajo al baterista de Los Caligaris, Diego Pampiglione, álias ‘Raul Sencillez’, éste apareció en un palco central del Auditorio.
Desde donde tuvo que caminar cantando entre su amoroso, alegre y extasiado público hasta el escenario, donde se desprende de su camisa morada para quedar ataviado con una playera de la selección mexicana de fútbol y con el número 75 en el pecho y la espalda.
Miles de hormiguitas rojas se apoderan del 2º piso, el 1º, la zona central y los balcones de este glorioso recinto musical.
Afortunadamente para todos, dichos bichos en realidad son las famosísimas narices rojas, propias de los payasos, y que estos jóvenes provenientes de Córdoba, Argentina han adoptado como uno de sus más grandes símbolos.
Después de algunos minutos de calma, sorprendentemente un mariachi comienza a apoderarse del escenario del Coloso de Reforma.
Y es así como Los Caligaris toman uno de los máximos riesgos musicales que un artista puede hacer con su música; le da un giro de 180 grados a “Florentinos Y Ferminas” interpretado una versión folclórica mexicana que Martín Pampiglione asume con total aplomo y hasta ataviado como mariachi.
También el bajo tempo de “Olvidar” es ideal para hacer este cambio de género que Pampiglione interpreta con todo respeto y cariño para México y su público quienes corean con él y hasta aplauden sus meneos y vueltas.
Y las sorpresas no paran. Como si se tratara de Dr. Shenka o de sus compatriotas de Los Auténticos Decadentes, Juan Carlos Taleb y Martín hacen pasar a nada más y nada menos que a su “queridísimo amigo” Pedrito Fernández; con quien interpretan el gran clásico de éste último, “El Aventurero”. Todo lo cual su fanaticada sigue aplaudiendo sin dudar y hasta con risas de incredulidad.
Pero todo vuelve a la alegre normalidad cuando todos Los Caligaris regresan a la tarima para interpretar su última media hora de concierto.
Es así como “Kilómetros” demuestra que no importan las distancias ni los esfuerzos que se tengan que hacer con tal de cumplir todos los sueños que se tengan.
Caen papelitos multicolores en los últimos segundos de “Razón” y se ven muy lindos, pero en realidad los que han hecho de este espectáculo musical algo inolvidable, además de Los Caligaris, es su gente que nunca ha dejado de alentarlos y acompañarlos durante esta noche y 20 años antes.
“E.E.A.”, “Mi Estanciera Y Yo”, “Todos Locos”, “Añejo W”, “Tyson” y “Que Corran”; dan por concluida la primera de cuatro veladas que de ser tan poderosas como la de hoy marcarán un récord seguro en la historia del Auditorio Nacional.
Un show de dos horas que parece de menos gracias a la enorme felicidad que todos y cada uno de los seguidores de estos argentinos transpiran y expiran, además de la buena onda, amor y cariño de la música perfectamente orquestada por Los Caligaris.
Por: Ángel Caballero (@AngelReject)
Fotos: Cortesía Ocesa (José Jorge Carreón)