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Por Jocelyn Medina
El Zócalo capitalino atrajo durante cuatro días a miles de visitantes curiosos de la variedad de productos, talleres, gastronomía y medicina tradicional que formaron parte de los atractivos de la Feria de las Culturas Indígenas, Pueblos y Barrios Originarios 2015.
El aroma a copal se intensificaba al caminar hacia la primera carpa, después de cruzar desde Avenida Madero hacia el cuadro central de la Plaza de la República. Salían y entraban personas con comida, bebidas o artículos adquiridos en la vendimia: tlayudas, pozole, tamales, enchiladas, esquites, bebida de chocolate, tejate, chapulines, pan y la lista sigue para la variedad de alimentos que podías encontrar en la carpa de los grupos étnicos de la zona sur del DF.
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Los comensales en realidad no sabían si probar de todo, pero el intento se hacía. Entre olores mezclados y las preguntas sobre cómo se hace o prepara tal platillo, qué cuesta, cuánto me vende, lo podemos encontrar después aquí en el centro; se apreció el gusto por la cocina de Oaxaca, Michoacán y Guerrero.
En la variedad de productos resaltó el vendedor de calaveras de barro al estilo Catrina. Cada comerciante contaba con vestimenta o un elemento característico del lugar donde son oriundos.
“Nosotros lo que queremos es un lugar fijo a dónde vender los sombreros. Vivo aquí en la ciudad, pero vengo del lago de Pátzcuaro, Michoacán. Siempre andamos corriendo de aquí pa’llá porque los policías llegan a quitarnos lo poquito que tenemos, y sí soy ambulante. Espero ya el gobierno nos pueda ubicar en un lugar, que hagan la feria está bien pues nos echan la mano, sí se vende”: recalcó una de las vendedoras de sombreros hechos a mano.
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La artesana de la palma agregó que ya no quieren que se permita la venta de artículos piratas en el DF. “Los chinos venden más barato, pero son mal hechos, y pues nos quitan clientes. Ellos no son auténticos, simplemente vienen a ver y hacen lo que nosotros”, aseguró la comerciante.
Además de los vendedores, quienes eran los que más llamaban atención en la feria, los encargados de la medicina natural tenían a varios en espera de ser atendidos. Su seguridad al recomendar algún remedio los hacía tal vez más creíbles o eficaces que un médico profesional. Los telares de las mujeres triquis no se quedaban atrás, varias personas las rodeaban para observar su obra maestra.
El lugar a reventar: consumidores de alimentos, asistentes a los talleres y gente esperando el próximo espectáculo del escenario central. El fin de semana en el Zócalo resultó más colorido, sabroso y muy diverso.