Por Néstor Ramírez Vega
@NestorRV
El Foro Shakespeare, en la ciudad de México, acoge por una corta temporada quizá la obra de teatro chilena más conocida en el mundo: La muerte y la doncella, del dramaturgo Ariel Dorfman.
Esta obra ha sido representada en diferentes partes del mundo; sin embargo, fue llevada al mundo cinematográfico en 1994 a través de la dirección de Roman Polanski.
En la cinta como en la obra de teatro, el espectador juega un papel importante, pues él escucha las historias y opiniones de los tres personajes y juzgará quién es inocente, culpable, aun cómplice.
En la cinta maravilla la iluminación, pues la mayor parte de la película sucede en la noche, en el interior de una casa. Además, las tomas del exterior y el horizonte que se dibuja en el mar poseen alta carga reflexiva, sin mencionar el final, pues Polanski lo deja abierto para que el espectador decida entre dos finales.
En los tiempos post dictatoriales es que sucede este relato, por lo que todos los pueblos latinoamericanos se pueden identificar, al ser una zona donde florecieron las dictaduras en el siglo XX.
La obra de Dorfman es sumamente exquisita y obliga a que uno forme parte de la obra. Ya sea en teatro o la cinta de Polanski, una obra maestra.