La ópera El día que María perdió la voz se estrenó en el Teatro de la Ciudad en el marco del Festival del Centro Histórico. Esta pieza aborda la historia de María, una niña que no para de hablar. Un accidente hace que pierda la voz, por lo que su familia hará lo imposible para recuperar el habla a la pequeña.
Esta adaptación de un cuento de Javier Peñalosa posee un lenguaje sencillo y entrañable, con lo que establece vínculos con el espectador al hacer que rememoren fragmentos de su niñez, sus miedos y deseos, aun su imaginación.
La invitación que hace El día que María… es a escuchar al otro. No es un mensaje exclusivo para los niños, público al que va dirigida la obra, sino también a los adultos. La agilidad de la obra motiva la aprehensión al texto.
El movimiento de la obra se aprecia en todos los elementos; en el vestuario, las actuaciones, la interpretación musical; en una exquisita escenografía que impulsa la conceptualización del juego, ¿será que en realidad estamos dentro de un juego?
La escenografía cuenta con proyecciones, pero también con bienes movibles que adaptan y crean espacios reconocibles para desarrollar las historias. Por elementos como la diversión y el entretenimiento, sí estamos en un juego, pero en especial en la lección que hay, en el mensaje que rompe barreras y crece con un final que incorpora.
Divertida, apacible y aleccionadora, El día que María perdió la voz es una obra que niños y adultos deben ver para redescubrirse a sí mismos.
Fotografías: Néstor Ramírez Vega