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Sonará a un lugar común, una de esas frases ya hechas, pero El Árbol, de Elena Garro, es una obra que te tiene al filo de tu asiento y no te permite pestañear, pues desde el inicio la violencia y las confesiones llevan a un voyeurismo escénico.
Situada en Tacubaya, en la Ciudad de México de los años sesenta, la obra aborda la historia de Marta (Mahalat Sánchez) y Luisa (Ángeles Cruz, alternando con Myriam Bravo), dos mujeres de clases sociales opuestas. Mientras la primera vive en la opulencia, la otra viene de una comunidad marcada por la pauperidad y apegada a las costumbres.
Lo que en un inicio podría ser la típica historia de la amistad entre una persona rica y otra humilde, saca su verdadero rostro cuando Luisa llega a la casa de Marta y revela los secretos que por años ha ocultado.
No es una filosofía o una moralidad, en este texto Garro habla de una realidad que vivieron las mujeres en aquellos tiempos, situación que persiste en nuestros días.
Fotografías: Néstor Ramírez Vega
Los diálogos de Luisa penetran la carne y llegan hasta la espina dorsal. Por sus orígenes se pensaría que es una persona que no da sorpresas apabullantes. Sorpresa cuando sus demonios internos salen y secan al espectador, quien llega a ponerse en los zapatos de Marta.
Sin hablar explícitamente de ellos, la obra aborda temas como la feminidad en la segunda mitad del siglo XX, pero en especial la discriminación entre mexicanos, quienes no pocas veces niegan sus raíces indígenas.
Miguel Romero, que se estrena como director con esta obra, lleva al público a las últimas consecuencias. Hace que deje de lado los prejuicios, la empatía; crea un ambiente indescriptible que lleva de más a menos, es decir, pasa de una felicidad y un bienestar emocional a un clavado directo a la melancolía, a una explosión emocional, a la locura.
El Árbol se presentará del 1 al 31 de julio los viernes a las 20:30, sábados a las 19 y domingos a las 18 horas en el Foro A Poco No. El costo de acceso es de 150 pesos.
