Por Néstor Ramírez Vega
@NestorRV
Innovación narrativa es uno de los elementos que hace de La Tregua, de Mario Benedetti, una obra que trasciende y genera una interacción a través de un voyeurismo que establece en el lector.
Martín Santomé es un señor que está próximo a la jubilación. En sus últimos meses en la empresa llega un grupo de jóvenes a trabajar con él. Ninguno le interesa, excepto Laura Avellaneda, una chica sin nada en especial, excepto ser la próxima habitante de su corazón.
Escrito a forma de diario, La Tregua es una ventana a la vida interpersonal de los seres humanos, donde no impera el color rosa, sino una amalgama de tonos que cambian debido a la luz Avellaneda.
La viral relación del padre con sus hijos varones y el auxilio que encuentra en su hija; los círculos de interés en el ámbito laboral; la pérdida de un ser amado y un escepticismo ante el papel y la existencia de Dios son eventos que cambian en la vida de Santomé con un amor que supera décadas de diferencia.
El giro final que le da Benedetti a su obra crea más dudas de las que resuelve. Un sabor dulcemente amargo permanece al recordar los giros y lo efímero la vida.