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Desierto: El 2º largometraje de Jonás Cuarón es otra apuesta totalmente arriesgada. Año Uña, su primera película, tiene muy pocos fotogramas, por lo tanto parece que sólo vemos imágenes con sonidos, pero aún así logró emocionar, enternecer y divertir. Su segundo caso es un paso más en el camino propio que está dispuesto a construir, pese a que muchos no le den más mérito que el de ser hijo de Alfonso Cuarón, director de una de las peores cintas de la historia cinematográfica, Gravity.
Un grupo de nómadas lleno de ilusiones y esperanzas, entre el que destaca el amable y alegre Moisés (ejemplar Gael García Bernal), será descubierto por Sam (detestable pero magnífico Jeffrey Dean Morgan), un minuteman que disfruta la caza, particularmente si se trata no de animales sino de migrantes.
Desde la primera escena con Sam conoceremos la pobre esencia de éste sanguinario sujeto; una pickup sucia, alcohol, aburrida música country y Tracker, su pastor alemán. Y es desde su primer diálogo que da muestra perfecta de su sentido de superioridad, prepotencia y condescendencia… y eso que se dirige a un oficial norteamericano.
“Es mi casa. Ya no se van a meter conmigo, ¿verdad?”, se dice así mismo el cobarde borracho que necesita alcohol y un rifle para matar, al ver de lejos a un grupo de migrantes cruzando la frontera hacia “su país”.
Nunca sabemos que se dedique a otra cosa, aunque lo más seguro es que haya pertenecido al ejército. Lo que nunca se le quitará es la etiqueta de tipo sin quehacer, por eso los que dicen que están aburridos son peligrosos, se convierten en busca pleitos sólo para ‘desaburrirse’.
En la camioneta, Sam lleva una roida, vieja, sucia y pequeña bandera confederada, una prueba más de su alto grado de ignorancia disfrazada de firme creencia política.
“El calor está jugando con mi mente” u “Odio este lugar”; son sólo algunos otros ejemplos de los tantos pretextos que como buen imbécil irresponsable dice.Sin duda la co-escritura del guión entre Jonás y su gran amigo Mateo García, son otro de los puntos fuertes de la cinta. Sobre la acción hay un subtexto que sólo las mentes razonables podrán encontrar, malas noticias para millones de Republicanos.
¿Culparías a un perro por hacer algo en lo que está entrenado? ¿Lo podemos odiar por eso mismo? Se dice que lo que nos diferencia de los animales es la consciencia, engendros como los minuteman y el pre-candidato republicano a la delantera, muy difícilmente podrían ser llamados personas.
Un descanso casi total, apenas entrada la noche, es una enorme debilidad del guión, dado que los extremo-racistas como Sam no se detendrían por nada hasta ver saciado su voraz apetito, colmado de un retorcido concepto de venganza.
‘Las palabras son tan peligrosas como las balas’ es más que una oración promocional, es un llamado a la piedad, respeto y tolerancia que no se muestra en Desierto. Contrariedad que es un gran acierto de Jonás Cuarón, pues el grito de auxilio en su cinta es ensordecedor más allá de los disparos, sangre y persecuciones, pues busca rescatar algo que cada vez perdemos más como sociedad: Humanidad.
Por: Ángel Caballero
Fotos: Cortesía
