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A Rubem Fonseca lo comencé a leer con el relato “Paseo nocturno”, pero fue hace poco cuando conseguí el libro La novela murió. Crónicas (Cal y Arena, 2008).

Interesado por el título, en una época en que la vida de los formatos impresos está en tela de juicio, me hice de la obra con algunas interrogantes como son ¿un escritor escribe del fallecimiento de la novela? o ¿por qué abordar esto a través de crónicas?

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Una portada ensangrentada, como si fuera víctima de un arma de fuego. Son 28 los escritos que conforman esta obra donde apreciamos no crónicas informativas, que van de un punto “X” a uno “Y”, sino unas crónicas literarias donde el autor, no pocas veces, entra en debate con el lector mostrando sus cartas; analiza pieza por pieza, relaciona elementos con factores externos y entrega unos textos que amplían el panorama del receptor.

Lo que hace exquisitas estas crónicas es que van de cualquier tema, incluso algunos que pudieran parecer banales como la relación del ser humano con las palomitas, esos granos de maíz que explotan con calor y aceite, amigo infiel con quién ver una película.

El trabajo que abre el libro es “¿Murió la novela?”, que entra en conflicto con la portada, pues al establecer una pregunta deja abiertas varias posibilidades. Será que está moribunda, será que aún no está confirmado, quizá que sólo está extraviada… Nada de eso es lo que propone el autor, pues expone que a pesar de los Apocalipsis que se le han vaticinado, la novela sigue tan viva como siempre, pero es otro elemento de esta acción el que está muriendo en sigilo.

Es claro que el libro no es, ni aspira a ser, una obra que rompa cánones o busque alcanzar la perfección para llegar a considerarse una obra maestra. En lo absoluto. La novela murió lo que busca es entretener y aleccionar, pues las múltiples referencias y sus explicaciones correspondientes la hacen una obra no sólo de diversión, sino un medio para conocer fenómenos culturales y artísticos.

La novela no murió, ni morirá, sino procreará nuevos géneros y corrientes cuyo fin será el de siempre: contar a las personas realidades a través de la imaginación o el reflejo de su acontecer.

Por: Néstor Ramírez Vega (@NestorRV)
Laberinto cultural

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