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Si hace tres años Hirokazu Kore-eda nos deslumbró con la perfección del melodrama De Tal Padre, Tal Hijo, esta vez nos queda a deber; puesto que aunque su nueva cinta es soberbiamente realizada y filmada, el mal sabor de boca por no haber probado un drama a la altura que nos tiene acostumbrados, molesta.
Y sin embargo, Nuestra Pequeña Hermana sigue teniendo el encanto que ha hecho de este director japonés uno de los más seguidos del nuevo milenio, puesto que nunca olvida agregarle inteligente humor e ironía a sus largometrajes.
Sachi, Yoshino y Chika son tres hermanas jóvenes-adultas que viven en un tranquilo pueblo. Un día, recibirán la noticia de la muerte de su padre, quien las abandonó cuando eran niñas. En el funeral conocen a Suzu, la hija que su padre tuvo 13 años atrás, una adolescente madura y casi inexpresiva, con la que inmediatamente entablan una buena y respetuosa relación. Tanto, que le plantean la posibilidad de irse a vivir con ellas.
De esta forma; Sachi, la mayor y un tanto estricta; Yoshino, la desmadrosa; Chika, la alivianada; y Suzu, la adolescente: conjugarán una familia poco convencional que pese a sus diferencias, son ejemplares y divertidas.
Así, Nuestra Pequeña Hermana irá demostrando las capacidades sociales, educativas, hogareñas, alimentarias y laborales de un cuarteto de mujeres que nunca han necesitado quien les diga qué hacer, pues se mueven conforme a las aptitudes, deseos y ganas que han desarrollado gracias al apoyo que entre ellas mismas se brindan.
Dejando de lado, y hasta ridiculizando, a los adultos que se supone las tendrían que haber sostenido; papá, mamá, tía-abuela, etcétera.
Pese a su debilidades dramáticas y larga duración, esta película resalta discretamente la importancia de cosas tan comunes como la comida, desde escoger qué cocinar, cómo prepararlo y servirlo, hasta la manera ideal de comerlo para disfrutarlo al máximo; dándole así el debido grado de complejidad e importancia que tiene ‘solamente’ el vivir día a día.
Nuestra Pequeña Hermana; una película muy difícil, pero igualmente importante, porque resalta el valor de la cotidianidad a la cual casi nunca le prestamos atención porque, ridículamente, la damos por sentada.
Por: Ángel Caballero (@AngelReject)
Fotos: Cortesías
