Con una trama que se desarrolla en menos de 24 horas, Cartel de Santa nos sumerge en el mundo de la delincuencia y las drogas. Los Jefes, sin un profundísimo y pretencioso mensaje social, fluye y llega a ser angustiante por la violencia explícita que se muestra, que aún así no es tanta como en la vida real.
Poncho y El Greñas son dos jóvenes de clases sociales totalmente opuestas; al primero no le falta nada, es su cumpleaños y le acaban de regalar una Hummer, al segundo su mamá no le presta su mini-van y se desplaza en patineta. Además, Poncho fuma marihuana pero ya no tiene, pero El Greñas conoce a un alocado criminal, La Bomba, que le puede vender esa “hierba mala”. Así darán inicio a su travesía por los diferentes niveles del narcomenudeo.
Los Jefes podrían ser desesperante para aquellos que no gustan del rap y hip-hop de Babo, Mono y Millonario, pues la música incidental es siempre de ellos y casi todo el tiempo. Lo cual no le quita su gran conocimiento del barrio, la producción y venta de drogas.
El filme llega a tener errores muy marcados de sincronización de labios respecto al sonido, aún así la cinta nos transporta con agilidad, humor negro y auténtica jerga callejera, en un submundo que se vuelve divertido pero indeseable.
Una escena inolvidable e inteligente, la protagoniza uno de los ex-miembros del Cartel, Dharius; mediante un plano secuencia climático en la historia, coquetean con un clásico contemporáneo del cine y uno de los mayores logros de Quentin Tarantino, Kill Bill.
Los Jefes: arriesgada apuesta cinematográfica que, sin llegar a ser perfecta, tiene los rasgos necesarios para ser auténtica e inolvidable.
Texto: Ángel Caballero (@AngelReject)
Foto de Portada: Marko Sauce