Quizá el libro más conocido del escritor japonés Yasunari Kawabata, premio Nobel de Literatura 1968, es La casa de las bellas durmientes, una novela corta que explora los límites entre la vida y la muerte, así como la evocación de las memorias y la realidad.
La obra narra la historia de Eguchi, un hombre de 67 años que llega a una casa de bellas durmientes, lugar donde los ancianos duermen con mujeres jóvenes. En el lugar hay reglas inviolables, siendo el anonimato y el no lastimar a las mujeres narcotizadas, hundidas en un sueño cuasi eterno, unas de las principales.
La obra de Kawabata refleja un erotismo que va más allá de la carne, una pasión que está más allá de un sentimiento pasional y de un fin meramente sexual: la satisfacción de todos los sentidos y también del espíritu con la iluminación a partir de la evocación y aceptación de los recuerdos.
El viejo evoca a las mujeres de su vida al acostarse con diferentes mujeres. Kawabata crea este personaje para darle rostro al límite entre la vida y la muerte, entre la capacidad de sentir el deseo sexual y la senilidad, entre la capacidad de ser un hombre o un anciano.
En este punto cabe recordar que el erotismo y el sexo son dos temas diferentes y esta novela es meramente erótica por sus descripciones, acercamientos y las pasiones que vive el protagonista. Además, de manera explícita, no hay ningún acto de penetración como, por ejemplo, en las obras de Sade. En esta obra se refleja el amor entre eros y tánatos, el último erotismo de la vida.
En la novela de Kawabata apreciamos la transformación en la energía de Eguchi y cómo es que va perdiendo su fuerza y se va enfocando en un intento de violación de la máxima regla del recinto. Sus sentimientos y pensamientos se ven reflejados en la lluvia y las olas al final de cada día.
Si bien Kawabata es un escritor que está influenciado por las corrientes europeas cabe destacar que el autor sigue reviviendo las características tradicionales de la literatura japonesa, impregnada del haiku, la historia de Genji, el budismo, el shintoismo, creencia donde incluso en sueños estamos despiertos y nuestras acciones sí afectan a otras personas.
Más que el tocar sus cuerpos y la descripción de los mismos, está la percepción de los olores, los sonidos, las palabras de la “chica con experiencia”, en el besar y la reflexión en torno al ahorcar a una de las bellas durmientes. El erotismo más allá de un mero interés sexual; el sentido de la búsqueda, de una satisfacción de los sentidos y de la apreciación del otro, de ser uno en el otro.
En la obra con frecuencia hacen mención a la figura del buda reencarnado en las mujeres pues es a través de ellas que los ancianos ven su pasado y serían capaces de redimirse para poder llegar a una limpia de su cuerpo, a una iluminación antes de dejar de ser hombre.
Milan Kundera escribió en La insoportable levedad del ser una frase que nos podría ayudar a entender el hecho de acostarse con una mujer, y es que el autor aseguraba que hacer el amor no se manifiesta en el deseo de acostarse con alguien, sino en el deseo de dormir con alguien. No amará carnalmente a esas bellas durmientes, pero sí las amarán en un sentido espiritual al ser un espejo de su pasado, al ser un reflejo de lo que él ha sido. Eguchi cierra los ojos y vuelve a dormir, ¿pero será por siempre? Kawabata nos deja con interrogantes sin respuesta.
Por: Humberto de la Vega
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