En el mundo hay miles de historias a punto de ser contadas, pero hay las que están ocultas entre la selva de lo cotidiano en espera de ser descubiertas por unos ojos curiosos que no miran la periferia, sino van más allá, a la esencia de los objetos más minúsculos.
El fútbol a sol y sombra de Eduardo Galeano es un ejemplo de lo antes dicho, mostrándonos a este deporte no como un show de 90 minutos (extendiéndose hasta dos horas cada dos años o más) sino como la religión más grande del mundo y con menor número de ateos (muchos de ellos creyentes de closet).
Aunque la portada nos dice de qué va el contenido (temática por la cual “eruditos” podrían apartarse por prejuicios), lo correcto es que no sólo es una obra acerca del futbol, sino es la historia de la humanidad.
La historia de la humanidad porque las personas persiguen un balón. No es la rotación del planeta, sino una tradición ejecutada desde tiempos prehispánicos; en ocasiones para clases dominantes, otras como única diversión de las clases populares, aunque muchas veces, sobre todo en los últimos siglos, como única esperanza para una mejor vida.
El fútbol a sol y sombra muestra que el futbol no es el opio de la sociedad, pero sí se acepta que organismos internacionales han pervertido a este deporte para que sirva a otros fines. Una actividad física que posee todo para ser un arte, un arte efímero con jugadas que quizá no volvamos a ver, así como goles que quedarán plasmados en los arcos del Maracaná, el Camp Nou o el Estadio Azteca.
Análisis de la vida de jugadores y árbitros; organismos internacionales, clubes de futbol, selecciones (e intereses) nacionales, así como los iconos que marcan una generación son elementos que Galeano aborda con una pluma ligera, sencilla y llena de historias que confunden al lector al dudar si lo que lee son cuentos, leyendas, documentos históricos o productos de un detallado realismo mágico.
Una obra que permite disfrutar un partido de futbol y gozar un gol.
Por: Néstor Ramírez Vega (@NestorRV)