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Por Néstor Ramírez Vega
@NestorRV
La música y las imágenes como dos de los lenguajes universales. En 20,000 días en la tierra no es necesario conocer quién es Nick Cave, porque este documental da un fiel retrato del músico y escritor australiano.
Un inicio explosivo, lleno de imágenes consecutivas que llevan al espectador a un viaje por 20 mil días. Vemos cómo crece un recién nacido hasta llegar a una edad adulta, en donde los conciertos y recuerdos de un showman dan memoria de una época.
La intimidad y la relación con sus amigos (los miembros de “The bad seeds”), la familia, su proceso creativo y los problemas que arrastra son elementos que presenta el filme.
Uno de los componentes más exquisitos de la cinta (aparte de la fotografía impecable) son los juegos con el tiempo percibido, pues la ejecución de varias acciones en sólo 24 horas resulta increíble.
El espectador se pregunta si la secuencia previa no había sucedido en la noche o la que está en proyección es del día siguiente, pero no, es la dirección de Iain Forsyth que nos lleva entre recuerdos y reflexiones de Nick, como historias dentro de historias.
Acompañado de fragmentos de canciones (incluso de algunas enteras) hacen vibrar y conocer lo más privado del músico australiano, como sus inicios en la música, su primer cuarto, etc.
¿Qué más se le puede exigir a esta cinta? Nada, porque hasta la última escena, tras un magnánimo concierto que hace cruces de tiempos, mensajes aleccionadores y una noche metafórica, todos permanecen atados a las butacas.
