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El Gobierno de Puebla, encabezado por Rafael Moreno Valle Rosas, inició en el mes de junio la construcción de una Ciclovía elevada sobre el bulevar Hermanos Serdán, en el centro de la ciudad, en medio de una ola de críticas que giran en torno a la imposición y ecocidio.
El proyecto original incluía la tala de más de 750 árboles del bulevar, ya que iría elevada sobre los camellones de las laterales.
Sin embargo, tras varias protestas encabezadas por el Consejo Ciclista Poblano, el gobierno modificó su plan. La Ciclovía se mantiene elevada, pero sobre el camellón central, afectando a alrededor de 250 árboles.
El problema va más allá del reprobable atentado contra el medio ambiente.
Esta obra pretende sacar a los ciclistas de la calle y mandarlos al aire, donde no le estorben al automóvil, de manera que nunca puedan compartir espacio y nunca se pueda generar una cultura de convivencia entre ciclistas, peatones y automovilistas.
Además, la idea de una ciclovía elevada es, por sí misma, inoperante; son inseguras, excluyentes y poco accesibles.
Sin mencionar el excesivo costo de esta obra: 271 millones de pesos para sólo 4.8 kilómetros de ciclovía. Prácticamente, ¡La más cara del país!
En resumidas cuentas nos encontramos ante un gasto inútil, oneroso y pomposo.
Una ciclovía que no incentivaría el uso de la bicicleta como medio de transporte, un elefante blanco, una obra rechazada por los ciclistas de Puebla, una verdadera imposición, “arquitectura para urracas”.
Las ciclopistas elevadas no son consideradas por el Instituto de Políticas para el Transporte y el Desarrollo (ITDP) como infraestructura de movilidad ciclista.
Entonces, ¿cuál es el propósito de la ciclovía Hermanos Serdán?
¿Realizar una obra inútil pero atractiva a la vista para enaltecer la imagen de una persona que cree tener la mínima posibilidad de ser un candidato presidencial? Muy probablemente.
